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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 18 de agosto de 2017

Homenaje: Don Alfredo Rocha Segarra con S



Por Palujo

Después de haber leído textos de autores que cuentan de él; visto su imágen en la  Internet; de haber asistido a dos tertulias realizadas en su homenaje y, por supuesto, escuchado los testimonios de algunas personas que conocieron a don Alfredo Rocha Segarra, imagino a un hombre no tan serio como parecieran querer decir sus biógrafos, de estatura mediana, de hombros anchos y, principalmente, de personalidad excepcional; un celendino cuya presencia y argumentos, ante cualquier tema, inspiraba seguridad y confianza que solo es posible trasmitir, no desde el discurso técnico, florido, oportunista o politiquero, sino mediante el ejemplo personal. 

Alfredo Rocha fue un verdadero educador que no escatimaba esfuerzo, tiempo, ni espacio cuando se trataba de enseñar; fue un apóstol de la educación. Sabía que la poesía, por ejemplo, no era simplemente una manera bonita de decir las cosas sino ritmo, movimiento, estética, creatividad… Sabía que no sólo hacía falta un desarrollo cognitivo en los educandos, sino también uno afectivo que propicie el integral con capacidades.

Como Director promotor y fundador del Colegio Nacional San José de Sucre su labor fue como la de un campesino que ama  su tierra, incansable. Dictó charlas permanentes a los padres de familia en experimentales escuelas, por las noches difundió música clásica, promovió el arte y la cultura con jóvenes y niños, organizó la pintura de murales y talleres en las aulas, dio clases de música, cerámica y tallado en madera en los alumnos de primaria, todo ello, sin afectar su labor como responsable de la institución secundaria a su cargo.

En el Colegio de Chalán al ver que no había piezas para jugar al ajedrez con sus alumnos, las moldeó en arcilla. Don Alfredo estaba convencido que este deporte mejoraba el razonamiento matemático y no esperaba que alguien le ordene o autorice para practicarlo.

“Te conocí en el Parque Universitario, unos veinte años atrás, tenías, recuerdo, una motocicleta y llegabas en las mañanas, la detenías cerca al busto Unanue y tendías un cordel hasta una palmera. Allí te pasabas el día, explicando tus acuarelas: Este es tal sitio, este es tal otro…”. Así escribió, el domingo 15 de setiembre de 1972 en el diario El Comercio, el señor Manuel Jesús Orbegoso, periodista de ese medio de comunicación, quien también fuera miembro de la Academia de la Lengua del Perú. 

“Un día vendí a precio de remate todos mis enseres y herramientas de trabajo y viajé a Europa”, le dijo a su amigo, el poeta Jorge Wilson Izquierdo.

En el despacho del ex presidente Manuel Prado y luego de haberle salvado la vida a consecuencia de un atentado, se desarrolló el siguiente diálogo:

—¿Dígame qué quiere como agradecimiento por salvarme la vida?

—Doctor —respondió Alfredo Rocha—. Lo único que quisiera que ordene es que borren mi nombre del escalafón de la Policía de Investigaciones porque no quiero que más tarde alguien le diga a mis hijos ¡Eres hijo de un soplón! (*)

 “Abrazó con pasión la causa de los humildes” —nos dice Jorge Antonio Chávez, otro artista celendino, al referirse a don Alfredo Rocha—. “Arremetiendo con agudo sentido crítico contra los terratenientes, autoridades abusivas y a los que lucraban con el sudor de los pobres, fustigándolos desde sus periódicos, impresos en mimeógrafo e ilustrados por él mismo, como “El Chalán” y “Fuscán”.

Como lo dijeran los autores del libro “Personajes de la historia sucrense”: “Se jugó la vida y dio parte de ella al donar 350 libros de su valiosa biblioteca”. Su actitud de decir las cosas frente a frente, sin tapujos, en defensa de la verdad, le causó enfrentamientos con sus colegas y familiares llevándolo a cambiar la “Z” de su apellido Zegarra por la “S”; y así firmaba.

Cada vez que leo los textos en los que cuentan de Alfredo Rocha tanto los que tuvieron la suerte de estar con él y de los que escribieron después de su desaparición física; se dibuja en mi mente a un ser indomable, caminando por el mundo, aprendiendo y enseñando, enseñando y aprendiendo.

Como comprenderán, de todo esto no estaban de acuerdo los poderosos por lo que fue perseguido y expulsado hasta de su propia tierra.

La madrugada del 9 de octubre de 1972, un delincuente apodado “El Pelao” lo atropelló con una camioneta robada, en la cuadra 12 del jirón Unanue. Dejó de existir a las 6 am. en el hospital 2 de Mayo.

Don Alfredo Rocha Segarra por defender lo justo y a su pueblo fue maltratado por las autoridades, como sucede en la actualidad con los que siguen, de alguna manera, este camino. Del asesinato de este celendino, como pasa con el de los defensores de nuestra Mamapacha, y como lo escuchamos en las noticias, de lo que pasa con otros líderes del Perú y del mundo, sus asesinatos, ni siquiera se investigan. Por ello, el homenaje principal que debemos hacer a nuestros hermanos luchadores como Alfredo Rocha es seguir sus huellas; luchando, coherentemente, como lo vienen haciendo nuestros profesores, como lo hace el pueblo, con dignidad,  como a él le hubiera gustado.

(*) Narrado en reunión de Asociación Cultural de Cajamarca en noviembre de 2016 por César Silva C. amigo de Alfredo Rocha.


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